El 18 de junio de 2004 escribí este artículo: "Mi hermano Antonio Guerrero", publicado en CubaDebate. No supuse entonces que, precisamente hoy, casi 11 años después, pudiera abrazarlo, ya en la Patria, en ocasión de encontrarnos en la sede de la UPEC, celebrando el Día de la Prensa Cubana.
La profunda emoción del momento me hizo recordar nuestra íntima relación postal, la que mantuvimos durante largo tiempo.
Ofrezco a mis lectores una muestra breve de "nuestros secretos" entre hermanos de trinchera.
Tuve también la oportunidad de encontrarme también con Gerardo y Ramón.
Con Ramón, Olga y David Orrio |
Antonio Guerrero es así: cuando uno cree que la reclusión puede
enjaular ese optimismo que lo personaliza, llega de pronto con una carta
cargada de aliento para probarnos que la lontananza resulta un frágil
obstáculo para vencerlo. Uno entonces se enorgullece de merecer un breve
espacio de su tiempo y piensa en ese hombre capaz de derribar encierros
y vencer lejanías, de repartir esperanzas y dar aliento; y piensa
también, sin lugar a dudas, que lo siente cercano y solidario, tan útil
como una bitácora y hecho medida para juzgarnos en cada instante de
nuestras vidas.
Sus primeras palabras, tendieron entre los dos un puente tangible de afecto y hermandad:
30 de abril de 2004.
Mi querido hermano Percy:
Estas serán nuevamente unas cortas líneas que van llenas de una eterna admiración y de un aprecio infinito.
Y vino entonces la anécdota narrada en forma simple y directa, que
sirvió no sólo para describirme su encuentro con mi libro “Reflexiones
de un antiterrorista”, sino también para demostrarme cómo Tony aprovecha
cualquier ocasión para denunciar el cruel terrorismo ejercido contra
nuestra Patria y para descollar por su valor y fuerza de convicciones:
Quería hacerte saber que recibí y leí
REFLEXIONES DE UN ANTITERRORISTA y volviste a estar en nuestra
trinchera, y la verdad es que tú estás aquí en cada día de firmeza y
optimismo.
Voy a contarte (…) primero de cuando
recibí el libro, resulta que el paquete en donde venía llegó por CORREO
LEGAL, cosa no habitual para este tipo de correspondencia. Me llamaron
de la Oficina de Correo y allí frente a mí abrieron el paquete. Junto a
este libro venía CARTAS DE IDA Y VUELTA, el hermoso de la
correspondencia nuestra con nuestros hijos y niños cubanos, ese no tuvo
problemas para que me lo entregaran, sin embargo, el título del tuyo
causó interrogantes y me pidieron que les explicara de qué trataba el
libro que tenía la palabra ANTITERRORISTA. Para mí fue un placer hablar
de ti y de tu heroica y digna tarea en las entrañas del terrorismo
miamense. Nadie dijo nada ante los argumentos de un libro de un hombre,
pequeño, pero gigante en valor y en moral, que con su actividad salvó la
vida de muchos otros hombres, mujeres y niños.
Bastante avergonzado por sus palabras de encomio, las cuales no creo
merecer yo sino más bien él y sus otros hermanos injustamente
encarcelados en Estados Unidos, continué leyendo su carta y me encontré
de repente con una aseveración suya que causó en mí hilaridad por su
natural ocurrencia y agudeza:
Lástima que no estuviera en inglés (el libro) y que no tuviera una copia adicional para habérsela obsequiado.
Y no podía faltar en su misiva la referencia a algo trascendental en
la vida de ambos: nuestras madres. En cada carta cruzada, lo confieso,
están ellas presentes en su genuina estatura y en la terca alusión a su
presencia necesaria, cargadas ambas de desbordante ternura y en el
recuerdo de sus regazos propicios para depositar dudas y preocupaciones,
dolores y añoranzas. Mirtha, la de él, luchadora empedernida por la
libertad de su hijo y sus hermanos prisioneros; Matha, la mía, fallecida
en Cuba sin dejarse vencer en su amor a esta bella tierra de Tony, han
sido el principal leiv motiv para que ambos camináramos por el sendero
de los justos.
(…) y ahora como hermanos seguimos
combatiendo con las armas de las ideas justas. Me emocionó la inclusión
(en mi libro) de CRONICA DE UNA VISITA ANUNCIADA y de PUDISTES SER TÚ Y
NO YO. No te miento al decirte que cada vez que leo tu relato del
encuentro con mi madre en el día de su cumpleaños, lágrimas de emoción
viene a mis ojos. ¿Acaso se puede ser revolucionario sin ternura y
profundos sentimientos? Al hablar de mi madre te siento que hablas de la
tuya y es que ambos somos hijos comunes de dos Marianas.
Un millón de cosas quedan en el
“tintero”; no hacen falta muchas palabras para explicarte mis opiniones
sobre tantas cosas injustas que acontecen en nuestro mundo, son las
mismas que las tuyas, como lo es la convicción en la victoria de la
razón, la verdad y la justicia.
Un fuerte abrazo hermano y revolucionario
Antonio Guerrero R.
Percy Francisco Alvarado Godoy
No hay comentarios:
Publicar un comentario